Prefabricados I
Desarrollo industrial / Desarrollo normativo
Aunque las consecuencias negativas que dejó la burbuja económica e inmobiliaria en España superan apabullantemente a las positivas es justo reconocer que también posibilitó avances en ciertos aspectos, y entre ellos, un significativo desarrollo en la industria de la construcción.
Pienso que los arquitectos [dejando a un lado por un momento el tan manido “feísmo”] hemos contribuido activamente a este desarrollo de la industria, utilizando, y también evolucionando y mejorando estos nuevos productos que nos ofrecía el mercado. Es de reseñar, a estos efectos, la influencia que los profesores de construcción de la escuela de arquitectura ejercieron sobre varias generaciones de estudiantes, incluida la mía, para despertar en nosotros el interés por la industrialización de los productos y procesos constructivos y la construcción de “junta seca”.
Otro importante desarrollo, paralelo al de la industria de la construcción, aunque no tan deseable, sufrió también la normativa urbanística y técnica de aplicación en los proyectos de arquitectura. A día de hoy, la elaboración y tramitación de un proyecto se convierte, en una tarea farragosa, casi titánica, que en la mayoría de las ocasiones desemboca en un trámite burocrático que se alarga en el tiempo hasta límites insostenibles. La obtención de una licencia supone hoy un quebradero de cabeza que incluye la redacción de varios proyectos [de distintos técnicos] y la intervención de varias administraciones para su concesión.
La sencillez es, para mi, una virtud de la buena arquitectura. La claridad en la distribución y diseño de los espacios propicia edificios más versátiles; un diseño “austero” de la construcción alarga la vida útil de los mismos… Si la prefabricación de elementos constructivos tiende a simplificar los procesos y tiempos de obra, nuestra normativa actual nos obliga a complejizarlos.
Los antiguos filósofos y matemáticos griegos utilizaban el “principio de economía” como sistema para depurar sus razonamientos. Pienso que el diseño de la normativa y de la legislación debería regirse también por este “principio de economía”. La experiencia nos ha demostrado, y nos sigue demostrando, hoy más que nunca, que es mejor hacer poco y bien que mucho y mal.