Pasillos. Parte II.
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Arquitecturas con pasillo.
Si en el anterior artículo describíamos las características de las villas renacentistas, con sus plantas de espacios vivideros intercomunicados, estudiaremos ahora por qué otras arquitecturas han adoptado el uso del pasillo como elemento articulador de comunicación.
Orígen del pasillo.
Existen ejemplos de edificios dónde la presencia del pasillo se hace evidente e inmediata: el pasillo del instituto, el del hospital, el hotel… Al pensar, sin embargo, en un ejemplo de edificio histórico en el que un espacio de circulación adquiera una importancia especial lo que me viene a la cabeza, quizá por la cantidad de ejemplos que tenemos en Galicia, son los claustros de los monasterios.
La arquitectura monacal condensa las virtudes funcionales [y también las espaciales] del corredor de circulación. La complejidad funcional del monasterio, una pequeña ciudad por cuanto contiene en su interior [iglesia, sala capitular, biblioteca, dormitorios, refectorio, cocina, hospital, establos…], encuentra en el claustro la tipología que permite reunir todas aquellas partes, manteniendo la independencia de uso de cada una de ellas.
Fig. 04. Monasterio de Burgo de Osma, Soria, Vista. Monasterio de San Clodio de Leiro, Planta.
[El claustro, no es en este caso una pieza únicamente destinada a la circulación, pues por sus magníficas características espaciales se convierte también en estancia y lugar de relación].
Pasillos en el espacio doméstico. “Una gran entrada a través de todo”
La incorporación del pasillo al espacio doméstico busca, como en el caso del monasterio, independizar usos y evitar contactos no deseados dentro de la vivienda.
En su libro de arquitectura de mediados del siglo XVII, sir Roger Pratt sostenía que “el recorrido común central en toda la casa” evitaba que el servicio se molestase entre sí por el paso continuo a través de los espacios de trabajo, y aseguraba que en el resto de la casa “los sirvientes nunca pudieran aparecer públicamente cruzando de un lado para otro en sus quehaceres”.
Ya en el siglo XIX, Robert Kerr presenta en su libro “The Gentleman´s House” cinco plantas de residencias campestres en las que queda definido el requisito universal de privacidad. Como podemos ver en la imagen a continuación, cada estancia suele tener una sola puerta que se abre a un pasillo desde el cual se puede llegar a conectar con todas las demás habitaciones.
Fig. 05. Robert Kerr, The Gentleman´s House, Londres, 186. Planta.
[Resulta obvio que, por cuestiones de economía, en la vivienda, el corredor de circulación no se proyecta con la dimensión y bondad espacial que veíamos en el ejemplo del monasterio, pues dicha generosidad se reserva para los espacios de habitación].
El pasillo como elemento de saneamiento.
El Londres del siglo XIX, también se utiliza el pasillo como elemento de saneamiento de “costumbres” para evitar la transmisión de enfermedades en los barrios degradados de la ciudad.
En aquella época, antiguas casas señoriales habían sido ocupadas por familias de obreros que vivían hacinadas en las mismas. Cada estancia era compartida por dos o tres familias, y para alcanzarla, antes se debía atravesar otras estancias también habitadas por varias familias.
Esta situación daba lugar a la propagación de enfermedades físicas pero sobre todo de una preocupante “enfermedad moral” a ojos de las autoridades londinenses [Este modo de habitar hacía frecuentes los “encuentros pasionales” que acababan convirtiendo estos barrios en foco potencial de propagación de enfermedades de transmisión sexual].
Conclusión
El pasillo ha demostrado ser la mejor solución para resolver las comunicaciones cuando los elementos a comunicar no deben relacionarse entre sí. Hablábamos antes de las habitaciones de un hospital o un hotel, o las clases de un instituto…
Además, en muchos casos los arquitectos han sabido llenar esos corredores de una magnífica “arquitectura”, dando lugar a excelentes espacios como por ejemplo los claustros del monasterio.
Cuando hablamos de la vivienda, las menores dimensiones del pasillo obligan a un mayor cuidado en su diseño.
En cuanto a su organización, la casa queda dividida en dos esferas, un santuario interior de espacios habitados, la mayor parte de las veces independientes los unos de los otros, y un espacio sin ocupar de circulación.
Esta disposición dificulta la relación entre los habitantes de la vivienda por varios motivos:
En primer lugar, esta división en dos esferas, habitación-circulación, hace difícil justificar la entrada a cualquier estancia donde no se tenga que atender ningún asunto concreto.
En segundo lugar, el concepto de privacidad de la persona se ve reforzado por un entorno físico que alimenta dicha privacidad y como consecuencia predispone las conductas ante cualquier tipo de relación.
Por último, los encuentros fortuitos que se pudieran producir durante el normal quehacer diario se producirán principalmente en el pasillo, cuyas características espaciales no son las más cómodas para la conversación.
Os espero en el próximo post dedicado al pasillo, “arquitectura y relaciones humanas”.