Locura

 “Chorai, chorai poetas do meu país, troncos da mesma raíz, da vida que nos juntou. E se vocês não estivessem a meu lado, então não havia fado, nem fadistas como eu sou….A loucura, ouço dizer, mas bendita esta loucura de cantar e de sofrer”.

El Fado es un poema cantado de origen popular, urbano y tabernario, que encuentra en la diversidad cultural de la Lisboa del siglo XIX los ingredientes necesarios para dar expresión artística a la idea de “fatalidad” que unía a las clases humildes de Portugal. El nombre del Fado tiene origen en la palabra latina “fatum”, que significa “destino”. Destino fatal, inevitable… e ineludible. Portugal llora y gracias a este llanto existen el fado y los fadistas. La letra del fado “Loucura”, de Carlos do Carmo, cuestiona la racionalidad de la identificación de su país con el sufrimiento. 

¿Es una locura cantar a la fatalidad?

1
Amalia

Cuenta la historia que en 1936, a la edad de 16 años, Amália se inscribió en una prueba de descubrimiento de talentos llamada “Concurso de Primavera” en el que se disputaba el título de Reina del Fado. Al enterarse de la inclusión de Amália en el certamen, las demás concursantes se negaron a cantar pues consideraban que era inútil competir contra ella. Finalmente, Amália tuvo que renunciar a participar para que el concurso pudiera celebrarse.

Con su vestimenta negra y su actitud orgullosa, retratada sobre la propia arquitectura de la ciudad de Lisboa, Amália representa el espíritu del pueblo portugués. El Fado pertenece al pueblo y el pueblo elige a Amália, la figura que con mayor sensibilidad lo representa. En cuestiones de vital importancia [como lo es la poesía], el pueblo no suele escoger al azar.

¿Cómo no arrojarse en brazos de la locura cuando esta es tan hermosa?


 2
Portugal

Portugal, tan cercano en tantas cosas, tan sutilmente diferente en otras.

Un país en el que la propia pronunciación del lenguaje inclina ligeramente hacia abajo las comisuras de los labios tenía que estar predestinado al lamento. Claro que, como venimos explicando en este artículo se trata de un lamento sensible, refinado, poético. Una poesía que más allá del Fado se convierte en una cuestión vital.

Cuando el 25 de abril de 1974, Portugal se alza en armas contra la dictadura, utiliza como señal para iniciar la revolución una canción, la “Grándola vila Morena”. Luego, al tomar las calles, los soldados colocan claveles en los fusiles como símbolo de que no deseaban disparar.

Más recientemente, en febrero de 2013, los manifestantes contra las medidas impuestas por la troika se plantan en el parlamento, y lo hacen de nuevo utilizando aquella misma canción. En la tribuna, el primer ministro escucha atentamente y con una sonrisa mientras la policía disuelve, de manera pacífica, a los manifestantes. Antes de continuar con su intervención Pedro Passos concluiría que “de todas las maneras en que se podía interrumpir una sesión, aquella era sin duda la de mejor gusto”. La oposición aplaudió sus palabras. Yo, como buen amante del Fado, también lo hice. 

Claro está que el sistema de nuestros vecinos del norte, la guillotina, es más persuasivo y, a la postre, parece más efectivo que el buen gusto portugués…pero esa es otra historia.

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