Ratas
01
¡Un magnífico currículum!
Imaginaba mi hermano Jorge, después de leer la historia del flautista, que escribiría sobre los jóvenes universitarios españoles que se ven obligados a emigrar en busca de trabajo. En realidad, cosas de la globalización, pienso que la exigencia de competitividad que se van a encontrar los que salgan al extranjero no diferirá mucho de la que tenemos aquí a día de hoy, así que hablaré también de los que se quedan.
Tanto unos como otros deberán poseer un currículum extenso, adecuado a los tiempos en que vivimos, el currículum de un ciudadano abierto al mundo. Además de ser cosmopolitas, también deberán ser flexibles para adaptarse a las circunstancias siempre cambiantes; resistentes para aguantar largas e ininterrumpidas sesiones de trabajo; veloces en el desarrollo de sus tareas; astutos; con capacidad de anticipación, quizá no les venga mal poseer también poder de intimidación, cierta agresividad bien entendida…
Veíamos en el anterior artículo como algunas de las características de los niños [inocencia, capacidad de asombro, falta de prejuicios, espontaneidad], resultaban imprescindibles para trabajar en el ámbito de la expresión artística.
Resistencia, flexibilidad, velocidad, astucia, capacidad de intimidación,…, describen las características de la rata. Son cualidades que se antojan imprescindibles para manejarse en el ámbito profesional de hoy en día.
02
De hombres y ratas
Nunca han sido muy buenas las relaciones entre roedores y hombres, cuanto menos en occidente. Las ratas parecen querer vivir en un segundo plano, [buhardillas y alcantarillas son su habitat natural], aunque existen ejemplos en los que los hombres han decidido sacarlas a la luz y explotar sus cualidades.
Tras la guerra civil americana, en los suburbios de Nueva York, un brutal pasatiempo alcanzó las más altas cotas de popularidad, peleas a muerte en las que las ratas eran protagonistas principales.
El tugurio más famoso por sus peleas de ratas era el Kit Burns’ Sportsmen’s Hall del 273 de Water Street en Nueva York [hoy en día lujosos apartamentos]. Las peleas se desarrollaban en unos corrales cuadrados de 2,50 m de lado rodeados por unas vallas de madera revestida en cinc 1,40 m de alto, a mi entender no exenta de cierta sofisticación en su diseño [además de la cualidad reflectante del cinc, fijaos en los “torna-ratos” de las esquinas para evitar la posibilidad de escapar trepando por ellas]. Cada velada reunía a no menos de cien espectadores de todos los estratos sociales que se jugaban los cuartos con una apuestá mínima de 125 $.
Un buen perro de lucha podría matar cien ratas en un intervalo de media hora a cuarenta y cinco minutos. Una vez finalizados los últimos combates, se arrojaba un saco de ratas al corral vacío, y hombres y perros saltaban a su interior golpeándolas en una melé general.
Podemos rescatar el ambiente de aquellas peleas a través de una crónica de Edward Winslow Martin publicada en el New York Times en 1868 y titulada “Los secretos de la gran ciudad” :
“La mayoría de nuestros lectores han sido testigos de peleas de perros en las calles. Imaginen a los animales rodeados de una masa de tipos brutales cuya conducta los delata como peores que las propias bestias que luchan, y tendrán una idea justa de lo que sucede en Kit Burns”
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Salvese quien pueda
Quiero pensar que algunas de aquellas ratas que el flautista de Hamelín llevó hasta el cauce del río Weser pudieron escapar a su fatal destino para encontrar nuevos hogares en tierras lejanas. Al fin y al cabo, si son cosmopolitas es por su condición de supervivientes natas.
Ratas remando. Pontificado de Guillaume Durand, Avignon, anterior a 1390.
A ellas les deseo que puedan esquivar a aquellos hombres para los que sus vidas son simplemente una oportunidad de negocio.
No son las malas de este cuento,…aunque no puedan ver los colores.
A todos esos niños que no siguieron al flautista, y se quedaron… perdidos… en su ingenuidad. Un beso “conneries artiste”.
pas eu le rat…
en dépit de la douleur…
Touché…mi francés sólo es de supervivencia…